Favoritos_MB_web Siempre me intrigó porqué los nombres de los vampiros llevan usualmente A, L y R . Y claro, alguien se preguntó lo mismo: Alain Roger en «Hèrésies du desir. Freud, Drácula, Dali».

Como el libro no está traducido al español, traduje este párrafo del francés al español hace muchos años para una página web llamada Goetia:  

«No resulta nada sorprendente que se haya llamado Drácula, Draculea o Drakul. El epíteto, que puede ser empleado en sentido peyorativo, significa “diablo”, sin embargo, en su origen, el nombre Draco dado a su padre podía significar “Caballero del Dragón”. Las dos hipótesis son igualmente verosímiles. En rumano “drac” significa “demonio”, “draculet”: pequeño diablo y “draci”: estar poseído. Dejemos por un momento la cuestión del diablo, donde habría que preguntarse, tal como lo hace Baudelaire: si es una figura viril (a la manera de Milton) y no un señuelo, su fantoche.

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En cuanto al dragón, su significado no deja duda, la mitología y la iconografía coinciden: vagina dentata. En inglés, drag significa colmillo. He aquí el sincretismo, que parece traicionar la verdad del vampiro, mostrando su feminidad fundadora, su vocal vaginal. Podemos aquí darnos cuenta de un extraordinario vigor: una de las características del vampiro es la fuerza extraordinaria de su mano:

“…Los dedos helados de Mircalla se cerraron como un tornillo sobre la muñeca del general cuando había levantado el hacha para golpearla. Pero el poder de esta mano no se limita a su formidable abrazo, ella deja en el miembro tocado una parálisis que desaparece muy lentamente e incluso a veces persiste hasta la muerte…” (Carmilla).

“…Acuérdense ustedes que él solo posee una fuerza comparable a la de 20 hombres juntos…” (Drácula).

Draculherculea. ¿Acaso no fue el más impresionante de los trabajos de Hércules aquel en que desfloraba 100 vírgenes en una noche? Si contamos 5 para un héroe normal, la proporción es buena, 1 a 20. Pero sigue siendo demasiado. ¿Quién no siente que este sexo excesivo es como esos monumentos inflados, unos colosos de pacotilla donde se crean los fantoches? Palabrería fálica. No creo que tengamos que referirnos aquí al culo de Drácula, si bien este análisis predomina en el satanismo y Vlad Dracul como sabemos, se deleitaba con el suplicio rectal (se dice que desayunaba delante de sus víctimas empaladas), todo esto parece totalmente ausente de los ritos vampíricos, desplazado por el signo de la oralidad caníbal.

Drácula, pero también Carmilla. Se trata esta vez de un nombre romano, visiblemente formado a partir de Camilla. Incluso si no estoy dispuesto a adoptar sin discusión la tesis de Fonagy sobre las bases pulsionales de la fonación, esta adición de la R no es insignificante. Endurece el nombre. Lo arma, lo viriliza. CARmilla es como la erección interna de Camilla. Además facilita la creación de anagramas, por lo demás pueriles, donde el vampiro en Le Fanu, es obligado a tener diversos nombres, de siglo en siglo, no se sabe muy bien porqué (parece una rima para niños): Mircalla, Millarca, Carmilla. Pero sobre todo provoca una paronomasia (1) con el apellido del monstruo: KARnstein, que significaría “carne de piedra”, si germanizamos el radical latín carn (der karner: el osario). Surge aquí, por contaminación según la ley de Jakobson, una erección suplementaria del apellido, que se encarna y se petrifica a su vez:

“…ella lucía un amplio vestido de color oscuro y sus cabellos desnudos recubrían sus hombros. Un bloque de piedra no hubiera sido más inmóvil”… (Carmilla).

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No le otorgaremos mayor importancia a los anagramas, incluso si el latin callum: la piel dura (en ingles callous: calloso, endurecido); se inscribe en MirCALLA y que por añadidura condensa todo lo que se solicita de las lenguas muertas que son, a pesar de todo, rigurosas: el latín “mirari” y el “kalos” griego, la belleza admirable pero también monstruosa, monstruo mirabile dictu (Virgilio). La misma prudencia para “milla” incluso si el radical se encuentra en inglés en Million y milliardCarmilla, Millarca: carne milenaria, versión reiterada de la resurrección del cuerpo. MARCIA es un lapsus visual de Laura, pero también es una condensación sorprendente de Mircalla – Carmilla, porque materializa por adelantado, anticipando así el paso de la secuencia Gradiva: Marcia Karnstein, Gradiva Bergtang, Gisa Hartleben…

“…he aquí un cuadro que jamás había visto, dijo mi padre. En una de las esquinas de lo alto se encontraba un nombre: Marcia Karnstein, si es lo que pude descifrar y una fecha: 1698. Estaba curiosa de saber de dónde venía…” (Carmilla).

Podemos asimismo encontrar en la constelación de patronímicos sistemática e ingenuamente compuestos, una suerte de compulsión germanófila: KARNstein, pero también CARlsfield y 6 líneas mas abajo: “el gran duque ChARles”. Pareciera que por contagio existe un lapsus o bien de Le Fanu o del traductor francés (2): Karnstein se transforma en Karlstein, lo que a la vez lo viriliza (KARL) y lo feminiza, por la inserción de la L, asegurando así el lazo entre Karnstein y Carmilla.

De aquí, a lo mejor, una razón suplementaria en la elección de este nombre, eco de “lapilli” esas cenizas volcánicas, vulva vesuvial, condensado de la vida, líquida, ígnea y de la muerte cercana, la petrificación. La lista no está todavía cerrada porque tenemos al “extraño Barón Vordenburg, donde su curioso saber nos permite descubrir la tumba de la condesa Millarca”. Vor-den-burg, significa “delante del castillo” y tiene además el acusativo de movimiento como la llegada del héroe (Jonathan en Drácula) a la entrada del viejo castillo. Y también tenemos al autor de “Christianae cogitationes de vampiros”: Jean Christophe Herenberg, que quiere decir “monte del hombre”, pero si agregamos Her, lo mismo que a Camilla, la R, queda un como monte de Venus, se transforma en un pene pubiano. Uno estaría tentado de preguntarse si la elección de estos nombres y apellidos, de donde provengan (mitos, leyendas, tradición literaria, ficciones individuales) no ha sido dictado por una suerte de obligación onomástica, o erótica- esotérica, donde es necesario de poner al día no sólo las leyes (dudo que las haya) sino las articulaciones.

Ya he señalado la célula A(r) I (l) A: Arria Marcella, Carmilla, Drácula (3), Gradiva, pero también, y ciertamente no menos contingente, en numerosos nombres femeninos de lenguas europeas (donde sólo el francés escapa a la regla), podemos ver abolida la desinencia A: Albina, Alicia, Alida, Amalia, Daniela, Daria, Fátima, Carlina, Galina, Juanita, Kalinka, Larissa, Lavinia, Maia, Malvina, Margherita, Maria, Marina, Marisa, Martina, Mathilda, Nadia, Natalia, Patricia, Sabina, Sarita, Tatiana, Yasmina, etc. Podríamos añadir Anima, Vagina, Charubdis y Skulla, sin olvidar la Lamia, el vampiro latino y más cerca de nosotros, la pareja gemelar, andrógena y vampirica: Dalí- Gala.

Vayamos más lejos, si como lo sostiene Fonagy, la R es viril y la L femenina, los nombres de dos vampiros (4) son construidos bajo el mismo modelo, según el mismo procedimiento. Y la filología toma aquí  el relevo de la fonología, porque, tanto en las lenguas semíticas como indoeuropeas, la líquida “l” y la sílaba “la” tienen una función oral alimenticia. No tenemos aquí una deducción o más exactamente una genealogía del vampiro, así que en su nombre desde Lilith a Drácula, esta su función, la morsucción: Carmilla- Mamilla, mama maléfica que succiona al niño en vez de amamantarlo…

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Portada del libro con grabado de Salvador Dalí

Notas al pie:

  1. Semejanza fonética entre dos vocablos muy parecidos
  2. En las dos ediciones francesas, figura como KARLstein.
  3. La ausencia de la i es aquí atenuada por la pronunciación inglesa de la u de Drácula, notamos aquí la constancia de ar (o ra): ar-mar, car, dra, gra. Vemos que es Carmilla la que más se acerca al modelo.
  4. Y otros como el Conde Yorga por ejemplo.

7 comentarios en Favorito: Los nombres vampíricos

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