Hace muchos años para una página web llamada Goetia donde escribía sobre laberintos, catedrales y otros escribí este artículo sobre cómo se podía analizar a Corto Maltés y Dylan Dog como protagonistas de novelas góticas.
La titulé: «Dos eternos solitarios o cómo se actualizan los arquetipos gótico – románticos. Una farsa en tres Actos»:

Corto Maltés, el guapo marino de eterna argolla en la oreja, testigo presencial de innumerables eventos y personajes del siglo pasado (tanto ficticios como reales), alter ego del italiano Hugo Pratt y Dylan Dog, el guapo detective de lo sobrenatural, aficionado al modelismo de barcos, protagonista como espectador la mayoría de las veces de las más extrañas situaciones, que comparte páginas (y aventuras) con los monstruos, alter ego del también italiano, Dino Sclavi, tienen varias características que los transforman en LOS personajes masculinos del cómic europeo (si descontamos a Asterix y a TinTin que son tema aparte), características que además, los acercan curiosamente a los personajes del imaginario gótico, principalmente a los protagonistas de las primeras novelas góticas.
Ante el eventual enarqueo de cejas comienza la función:
1er. Acto: Características
Ambos tienen nombres extraños, como Corto (siendo Maltés no su apellido, sino su lugar de procedencia, la Isla de Malta) y Dog (perro) en el caso de Dylan (bautizado así por su padre, admirador del poeta galés Dylan Thomas) quien hace bromas continuamente por esto:“Llámeme Dylan, señor Dog suena bastante ridículo”. En esto se parecen al exotismo de los nombres, por ejemplo, italianos, de los protagonistas y ambientes de las novelas inglesas del primer gótico (Udolfo, Otranto) y que dan el necesario ambiente de misterio, de “otredad” y extrañeza a las historias.
Ambos tienen su contraparte delirante, ambas copia exacta, en nombre, apariencia y actitud de un personaje “real” y con quien mantienen una compleja relación amor–odio. Como si estas coincidencias fueran pocas, ambos personajes están locos (una locura que vemos presente en casi todos los villanos, algunos protagonistas o que constituye simplemente la necesaria atmósfera de los relatos góticos como en Gormenghast). El primero posee una locura homicida, completamente impredecible y el segundo una locura, por cierto impredecible pero que podríamos llamar surrealista. En el caso de Corto, es el desertor ruso Rasputín (el conocido monje y místico “inmortal” que curaba de su hemofilia al hijo del Zar y que terminó provocando en alguna medida la caída del zarismo), quien posee esta locura sanguinaria y temperamental (que se contrapone a la calma y lógica pacifista por lo general de Corto). En el caso de Dylan, su asistente personal, Groucho (Groucho Marx, el genial cómico estadounidense que llevó la comedia de situaciones a cuotas de absurdo nunca antes vistas en el cine), poseedor del gusto por los continuos juegos de palabras (que llega al nonsense) y los elementos irracionales al momento de enfrentar los casos (que se contraponen al porfiado escepticismo y lógica científica que intenta retener en su trabajo Dylan).
Ambos arrastran un pasado oscuro: Dylan Dog, como ex alcohólico y con un padre que tenía poderes paranormales (los cuales el presenta también de vez en cuando) y Corto, con una línea de la Fortuna muy corta en su mano que agranda con una navaja, una madre gitana, experta bruja y tarotista y una selección de amistades de lo más variopinta.
Ambas historietas tienen un trasfondo de sociedades secretas, hermandades ocultistas, magia y episodios sobrenaturales: Corto está metido hasta los huesos en situaciones esotéricas: los ensueños en Bretaña siendo parte de la Corte de las Hadas (“Las Célticas”), el “sueño” con Klingsor y el Santo Grial (“Las Hélveticas”), la búsqueda del continente legendario de Mu (“Mu”), La Corte de los Arcanos que lo lleva a una de sus aventuras más extrañas en Venecia (“Fábula en Venecia”) mas las hermandades vudú, hechiceros africanos, doppelgangers, chamanes siberianos que pueblan sus páginas y Dylan, que ha hecho de lo sobrenatural un trabajo, y sobrevive gracias a sus reiterados encuentros (mas bien escapes) con monstruos, científicos locos, zombies, conspiraciones mortíferas y serial-killers (“Estan entre nosotros”, “Diablo el magnifico”).
2° Acto: El Amor
Ambos nunca han logrado tener una relación sentimental seria (y duradera¡), aquí vemos la dualidad ante una igual aproximación hacia lo femenino: por un lado el temor (admiración pero a la distancia): Corto vive recordando a una mujer que nunca se menciona en toda la serie y encontrándose con personajes femeninos toda la saga (que son inusualmente fuertes, atractivas e interesantes) que le manifiestan continuamente su atracción por el. Corto asume a priori que este amor no se puede concretar (los problemas y excusas aquí dados, son infinitas).
Dylan Dog, por al contrario se acuesta con todas (o casi todas) las mujeres que aparecen en las páginas de su cómic pero que siempre terminan: siendo asesinadas horriblemente o siendo las asesinas, de este modo la relación nunca prospera. Aunque Dylan se “enamore” de todas, las pierde igual a todas, invariablemente.
Una característica interesante con respecto a esto es que ambos siguen pensando en la Mujer como un Ideal, pero nunca se atreven a verlas como alguien concreto, algo real. De esta manera los vemos sufrir en el fondo, por una situación que podrían remediar, pero que prefieren dejar como está. El Amor destroza (o modifica) demasiado y es preferible arrancar de esa situación que generaría el fin del cuento (ya sabemos que es necesario el continuo conflicto para que nos imaginemos una trama que se repite al infinito y que hace vivir a los personajes más allá de la muerte de sus creadores).
3er. Acto: Villanos (sin fin)
Corto es de la vieja escuela, sus malvados son casi siempre sujetos que persiguen ideales que terminan por oponerlos a todo, villanos que ya no son de este mundo y que chocan por lo mismo con el duro pragmatismo de Corto, que intenta vivir a duras penas en él. Sin embargo, la gran mayoría son villanos que en nada se diferencian del mismo Corto, solo que en algún minuto toman decisiones que nos parecen equivocadas (basta recordar el magnífico tratamiento de villanos en“Concierto en do menor para arpa y nitroglicerina”). Dylan, claustrofóbico, se enfrenta a terrores ya pasados por el cedazo de la modernidad, sus monstruos son curiosamente entrañables y muchas veces terminamos como él, sintiendo simpatía por ellos. Pareciera que son ellos los que se encuentran fuera de este mundo y Dylan no hace más que terminar por expulsarlos.
Sin embargo, ambos se las ingenian para encontrarse con dos villanos que podemos extrapolar a las novelas góticas sin titubear: Dylan Dog con la mismísima Muerte (en forma de Segador) y Corto con el mismísimo Satanás (además de otros demonios menores). No temamos por ambos ni por un momento, los dos salen bien parados gracias a esa mezcla explosiva de suerte, encanto y desfachatez. (fans de la Línea Vértigo ¿no les recuerda a alguien?)
Corto Maltes y Dylan Dog son materiales para leer y releer una y otra vez. Espero que esta farsa haya ayudado en eso.