Ya escribí sobre todo lo publicado en español de John Crowley  (uno de mis autores favoritos como Etgar Keret, Julio Verne, George Bacovia, Jonathan Carroll y Amelie Nothomb). 

Les dejo una reseña de «Pequeño, Grande», uno de mis libros favoritos, publicado en español por la maravillosa editorial Minotauro de Porrúa. Recomiendo que sigan a Crowley en su cuenta de Facebook. 

«Estamos puestos en una especie de laberinto. No podemos encontrar el hilo conductor que nos permite salir y desde luego no es necesario que lo encontremos».


John Crowley (nacido en 1942) siempre ha optado por dos estructuras narrativas que de una manera u otra se repiten en cada una de sus novelas o cuentos, al menos los que he leído hasta ahora.

La primera se conoce como «cajas chinas», en la que se abre una caja y se encuentra otra y otra y otra, y así sucesivamente hasta el infinito (cual muñecas rusas). Es imposible predecir dónde cada lectura revelará nuevos misterios, nuevas conexiones, nuevas sorpresas, que aparecieron en la primera caja que abrimos. Nos recuerda de algún modo a dibujos de Escher, en los que nunca sabemos cuál es el modo correcto de mirar un dibujo porque siempre está cambiando y todas las maneras de mirarlo son correctas, a fin de cuentas.

Y la segunda es el «Ars Memoriae», el «Arte de la Memoria», (desarrollado por el asombroso monje dominico Giordano Bruno, quemado por hereje por la misma razón y personaje de la tetralogía de Crowley «La Historia Secreta del Mundo») en el que se construye un edificio mental donde recordamos todo mediante imágenes. A medida que añadimos conceptos, principios, arquetipos, hechos y palabras, cada una empieza a tomar posición en los lugares que hemos construido, pudiendo generar nuevas situaciones y conexiones. Esta «inmensa galería de estatuas móviles» (citando a Alan Moore) se transforma así en el cosmos secreto del hombre, que se puede utilizar a su vez, para cambiar al universo.

En su novela «Pequeño Grande», ganadora del World Fantasy Award y el Mythopoeic Fantasy (ambos en 1982), el eje del mundo (axis mundi) es la enorme casa (una casa que es muchas casas a la vez) construida a principios de siglo por alguien que nos recuerda sospechosamente a WB Yeats y su cónyuge, una extraña mujer que podía ver las hadas (aunque no se define directamente en todo el libro que sean hadas, como tiene que ser, ya que la «buena gente» tiene muchos nombres). La casa está entroncada en un lugar llamado convenientemente Edgewood (traducida bellamente por la gran Matilde Horne, como Bosquedelinde). La familia, a lo largo de cuatro generaciones está sumida en una historia que parece interminable. Estamos leyendo todos los motivos de los cuentos de hadas tradicionales, pero que Crowley los reactualiza, a modo casi de «realismo mágico»: el extranjero que sigue un camino hasta la casa en busca del amor de su vida, el hijo que se va de casa hasta que la encuentra en su interior, un mazo de cartas extrañas que devela la historia y sus posibles finales, incluso sin que haya alguien que las sepa leer (todas las lecturas son posibles, como ya sabemos), un planetario de engranajes y oro, con todas las constelaciones, que ya no existen más. Volvemos una y otra vez a estas estructuras de cajas chinas, que contienen nuevas historias para cada uno de los miembros de la familia Drinkwater. 

Un punto a favor son sin duda los personajes, que Crowley dota de verosimilitud, los hace entrañables y cercanos por más errores que cometan, por más perdidos que se encuentren, siguen siendo parte de la historia, incluso si no sabemos si se quedan hasta el final. Así, en el tanque cerca de la casa conocemos a una trucha que da consejos a la familia a pesar de que ella misma nunca los siguió, un mago que domina el Ars Memoriae, tratando de evitar convertirse en un tirano terrible, un niño cambiado (un changeling) tratando de ayudar a su familia desde lejos, un pobre sirvienta que tiene, a pesar de todo, un destino, por más que trata de huir de él …

Como dijo Ursula K Le Guin: «Cuidado con leer este libro, una vez que lo haya hecho, habrá cambiado de tamaño». Y no hay duda que así es.

Gracias Minotauro de Porrúa x trabajar para las hadas.

¿Lo han leído? ¿Qué les pareció?

5 comentarios en Libro favorito: Pequeño, grande

  1. No conocía este libro, pero lo que he leído de él me ha gustado. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece.
    Un abrazo

  2. Este último mes me anduve acordando del libro, pensando que debería volver a leerlo. Después me acuerdo que tengo pendiente el ciclo de Aegipto, y me pregunto que debería hacer primero.
    Me encantó Pequeño, Grande, y sin duda tengo que volver a leerlo. Recuerdo que quería ponerle a mi hijo Auberon, pero la idea no prendió con la madre 😛

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